Keilita-Smile on DeviantArthttps://www.deviantart.com/keilita-smile/art/1-DIC-Copo-de-nieve-575558742Keilita-Smile

Deviation Actions

Keilita-Smile's avatar

1 DIC: Copo de nieve

Published:
1.4K Views

Description

Antes de nada, ¡feliz uno de diciembre! Solo quedan dos semanas de clase, jejeje :D Espero que os guste y si no publico un dibujo-historieta en su día correspondiente será al siguiente sin más tardar. Si sucede esto es debido a los exámenes que tengo esta semana y la próxima. Bueno, sin más dilación: 

Copo de nieve

Miró por la ventana una vez más, solo una vez más. Tenía que verlo, deseaba verlo aunque fuera únicamente por unos segundos. Lo observó al bajar lentamente, en son de un baile que ella intentaba descifrar, con sus grandes y vivarachos ojos fijos en ello, denotando cuán grande era su curiosidad.

¿Cómo era eso posible? Tocó tímidamente la ventana, intentando alcanzar a tocarlo.

¿Cómo podía ocurrir aquello? Lo contempló bajar con gracia, reuniéndose con sus albinos amiguitos al tocar el gélido suelo.

¿Cómo es que le parecía tan increíble? Pegó completamente su rostro al cristal, contemplando con inaudita admiración el maravilloso y bello fenómeno que ocurría frente a sus propios ojos, sin poder llegar a creérselo.

¿Cómo es que aún no había salido, si tan perdidamente estaba enamorada de la nieve? La pequeña dirigió con nostalgia su mirada a una foto realizada hacía meses, donde salía ella junto a su madre y su abuela en el estado de Chihuahua, con el hermoso manto níveo cubriendo el lugar, deslumbrando con su belleza albina, típica de días decembrinos.

La pequeña Isabella  exhaló un suspiro, apesadumbrada, mientras se acomodaba en el sofá, dándole la espalda a la ventana. Cuánto extrañaba su hogar…Allí la nieve resplandecía todavía más, tornaba la ciudad de un hermoso color blanco que envidiaría hasta el mismísimo Santa Claus. Danville no era como su casa, no era tan acogedora ni tan entrañable, no era tan hermosa ni tan agradable. No le gustaba en absoluto.

Lo único, si acaso, que no le desagradaba, era la fina y apacible nieve que tanto le recordaba a su tan preciado hogar.

—Mamá, ¿quieres hacer un muñeco de nieve conmigo…?—inquirió Isabella en tono de súplica, mientras hablaba con su madre vía telefónica.

—Ahora no, Isa. Estoy ocupada trabajando…Lo siento mucho…—respondió con arrepentimiento, pues debido a su doble trabajo apenas podía pasar tiempo con su hija.

Isabella suspiró con tristeza, pues ya sabía con antelación la que sería la respuesta de su madre. Pese a que se sentía completamente desasosegada y deprimida, percibiendo una incondicional soledad a su alrededor, forzó una sonrisa.

—No pasa nada, mami. ¡Cuídate! ¡Te quiero!—exclamó con falso entusiasmo, pero manteniendo un tono de voz verosímil—. Cuando vuelvas me prepararás tus deliciosos nachos.

—Claro que sí, mi amor—respondió con una sonrisa su madre, ignorante de la situación—. ¡Cuídate, mi cielo! ¡Y abrígate, no vayas a pescar un resfriado!

La peli negra, tras asegurárselo una decena de veces, colgó y se tiró en el sillón, para nuevamente mirar a través de su ventana los millones de copos de nieve que caían bailando con gran elegancia. Ojalá fuera un copo de nieve…rodeado siempre de amigos y disfrutando con ellos… Cuánto extrañaba a su familia y amigos… Cuánto extrañaba México…

Entonces, sin previo aviso, vio algo surgir repentinamente frente a sus propios ojos. Una masa nívea de grandes dimensiones con casi la misma altitud de un imponente edificio de apartamentos, pero con el magnificente esplendor de una hermosa obra de arte loable del mayor de los elogios, valga la redundancia. Sí, en efecto: Era un muñeco de nieve.

La infanta, con una velocidad digna de un fórmula uno, se atavió de un abrigado chaquetón de un hermoso color rosáceo oscuro, de unos cálidos guantes y, tras colocarse correctamente las botas, salió de su casa para admirar la maravilla nevada que se hallaba al cruzar la calle. No todos los días se veía un gigantesco muñeco de nieve agitando su enorme mano derecha enguantada hacia ambos lados, en ademán de un amigable saludo. Además, por si no fuera lo suficientemente impresionante, su mano izquierda levantaba el elegante sombrero de copa el cual se hallaba sobre su cabeza. Ciertamente era un espectáculo contemplar aquello.

La pequeña García-Shapiro admiró, boquiabierta, al muñeco que parecía saludarla con alegría, devolviéndole asimismo el saludo con una media sonrisa. Nunca había visto algo así.

Sus grandes ojos semejantes al bello color del ocaso parecían observar su alrededor con simpatía y curiosidad, como si le alegrara descubrir cosas nuevas; una bufanda cerúlea con estampado de Santa Claus envolvía el «cuello» del mismo, brindándole una calidez especial e irremplazable de espíritu navideño.

—¡Hola!—exclamó un niño de su misma edad, aproximándose a ella con curiosidad—. Eres nuestra nueva vecina, ¿verdad?—preguntó con palpable entusiasmo.

Isabella tardó varios segundos en percatarse de que le hablaba a ella. No estaba acostumbrada, pues llevaba varios días en el barrio sin llamar la atención de ningún miembro del vecindario. O, al menos, eso creía ella.

—Podría decirse que sí…—respondió con inseguridad.

El niño pelirrojo, además, poseedor de un triangular y pecoso rostro, esbozó una sonrisa de oreja a oreja y extendió su mano con júbilo.

—Yo soy Phineas, Phineas Flynn—se presentó animadamente—. ¿Cuál es tu nombre?

La niña titubeó unos instantes, pues su madre le había advertido de no hablar con desconocidos. Sin embargo y tras hacer memoria durante varios segundos, se percató de que su madre no hizo mención de ningún niño pelirrojo de cabeza triangular de seis años aproximadamente el cual constaba de un apoteósico muñeco de nieve en su jardín de los suburbios. Es por eso que le devolvió la sonrisa y estrechó su mano con gusto.

—Yo soy Isabella, Isabella García-Shapiro.

Phineas, manteniendo su característica sonrisa, arqueó las cejas con confusión.

—Bonito nombre, pero… ¿por qué tienes dos apellidos?

Isabella rió, pues no era la primera persona de Danville que se cuestionaba ese hecho.

—Soy mexicana y, siguiendo la costumbre española, allí se utilizan dos apellidos.—explicó, sonriente.

El pelirrojo asintió y, embriagado por la felicidad de una nueva amiga, la llevó corriendo a su jardín, donde le mostró el muñeco de nieve que había construido junto a su hermano, Ferb.

Isabella no pudo más que abrir los ojos desmesuradamente, pues este resultaba incluso más impresionante y extraordinario visto de cerca. No podía creer que lo hubiesen hecho ellos por su propia cuenta, manualmente y sin asesoramiento de un adulto.

—Increíble.—fue lo único que atinó a decir.

—Pensamos en darle una gran bienvenida navideña a Candace, nuestra hermana, ya que ha estado de campamento esta última semana. ¿Crees que le gustará?—preguntó el pelirrojo, ilusionado.

Su hermano peli verde parecía también albergar la misma esperanza, pues sus ojos pedían a gritos un “sí”.

Isabella les dedicó la mejor de sus sonrisas, alzando el pulgar en ademán afirmativo.

El muñeco de nieve era una absoluta obra de arte y quien dijera lo contrario no estaba en su sano juicio. Francamente, no había sido testigo de algo así ni en su hogar en su querido México.

—¡Genial! ¿Oíste, Ferb? ¡Estoy deseando ver la cara que pondrá Candace!—exclamó Phineas en un estado de completa euforia, saltando de la emoción como buen niño de seis años que era.

Isabella se unió a sus saltos y al rato, Ferb también, manteniendo su semblante inexpresivo e inmutable como siempre, pero sintiendo una gran felicidad debido a la visión de su hermana agradeciéndoles con emoción la tan calurosa bienvenida que media mañana les había costado elaborar.

Minutos más tarde, el sonido del claxon de un coche alertó a los niños de la llegada de su madre, por lo que ambos hermanos se miraron mutuamente con una mezcla de miedo y alegría. Estaban tan nerviosos por su reacción…al igual que emocionados por saber cómo se tomaría su regalo. Deseaban ver a su hermana contenta. La querían, al fin y al cabo.  Era su hermana preferida.

—¡Phineas, Ferb! ¡Espero que no estéis haciendo una de las vuestras!—les advirtió una voz proveniente de las afueras de la casa la cual reconocieron al momento.

No obstante, justo en el instante mismo en el que la pequeña niña pelirroja de doce años cruzó la valla a paso firme, un extraño rayo alcanzó al inmenso y espectacular muñeco de nieve, derritiéndola y reduciendo su tamaño en cuestión de segundos. Phineas, Ferb e Isabella apenas pudieron asimilar lo acontecido. Había sido demasiado…desconcertante y confuso.

Los tres niños simplemente mantuvieron su mirada fija en el muñeco que se encogía a una velocidad inimaginable. Parecía hecho por arte de magia.

—¡Phineas y…! ¿Phineas? ¿Ferb?—los contempló con confusión—. ¿No habéis hecho nada?

El pelirrojo carraspeó, aún aturdido por lo sucedido.

—Sí, en concreto hicimos un muñeco de nieve con un sensor de movimiento incorporado gracias al cual saluda y se quita el sombrero ante la persona que haya realizado dicha acción…pero se ha encogido… Queríamos darte una navideña bienvenida…—se lamentó, apartándose para dejar ver al mismo muñeco de antes, solo que del tamaño de una persona normal y corriente.

—El motivo por el cual ha sucedido esta metamorfosis instantánea aún es desconocido para nosotros.—añadió el peli verde, mirando a su hermana con expectación.

Candace guardó silencio.

—¿Candace?—murmuró el hermano menor, ladeando la cabeza con confusión.

Isabella se mantuvo a la expectativa de ver lo que acontecería a continuación, esperando por el bien de sus nuevos amigos que la niña aceptara con gratitud el regalo que tanto esfuerzo y dedicación había requerido. Sus queridos amigos habían puesto todo su cariño en ese muñeco de nieve, lo había percibido nada más verlo por vez primera. Era evidente que querían mucho a su hermana.

—Phineas y Ferb…—musitó entre dientes con expresión circunspecta—. ¡Vais a ver!

Los aludidos voltearon a verse mutuamente, incapaces de prever lo que sucedería , pues su hermana a veces era una caja de sorpresas.

No obstante, el cálido abrazo que les dio fue muestra suficiente de que le había gustado. De hecho, Candace se hallaba llorando en ese momento. No fue hasta la separación que sus hermanos menores se percataron de ese hecho.

—¡Lo sentimos, Candace! Antes era mucho más grande y mucho más bonito…—se disculpó Phineas, mientras Ferb asentía efusivamente.

—Phineas…Ferb… Es precioso…Yo también os he echado de menos…—balbució entre lágrimas; los niños sonrieron—. El muñeco es precioso, me encanta… —se quedó contemplándolo unos segundos, durante los cuales se percató de algo—. Esperen un segundo… ¿No es esa la bufanda que me regaló Jeremy?

La sonrisa de ambos niños se les borró instantáneamente de los rostros, como si nunca hubiesen sido esbozadas. Tras mirarse nuevamente entre sí, le dirigieron una tímida sonrisa a su hermana mayor, quien los aniquilaba con la mirada.

—El muñeco es precioso… ¡pero lo de la bufanda es demasiado! ¿Cómo pudieron mancharla de nieve para estropearla? ¡Mamá!—la llamó entre gritos, entrando rápidamente en casa.

Phineas, Ferb e Isabella se miraron, estos primeros confundidos y avergonzados. Quizá no fue tan buena idea utilizar esa bufanda en concreto.

                                                              ֍  ֍  ֍

 

La pequeña Isabella colocó tras su oreja un rebelde mechón de pelo, esbozando una sonrisa de oreja a oreja que hacía evidente su estado anímico, mientras contemplaba con clara admiración los copos de nieve que volvían a caer, pero esta vez con mayor gracia y júbilo, aunque tal vez fueran figuraciones suyas. Parecían regocijarse por estar unos con otros, por la entrañable época en la se mostraban por vez primera a la luz, por denotar sus alegres personalidades, danzando jovialmente al caer.

Se hallaba sentada en el escalón que daba a la entrada de la casa Flynn-Fletcher. Sí, disfrutando de un delicioso y gratificante tazón de chocolate caliente, que emanaba tal calidez capaz de hacerle olvidar todos sus problemas y preocupaciones. Capaz de hacerlos desaparecer o, más bien, de ayudarla a enfrentarse a ellos con osadía y perseverancia, haciéndola salir victoriosa. No obstante, quizá no fuera la taza de chocolate. Incluso era muy probable que los copos de nieve tampoco fueran el motivo por el cual se hallaba dicha radiante sonrisa plasmada en su rostro. Además, quizá no eran ni milésima parte de lo que verdaderamente le infundía esa clase de sentimientos y esperanzas. No, estaba completamente segura.

—Al menos a Candace le gustó el muñeco de nieve, quitando el hecho de que empleamos su bufanda preferida como elemento decorativo.—comentó el niño de eterna sonrisa.

—Al menos ya saben que no deben usar regalos de Jeremy en vuestros proyectos.—añadió Isabella, riendo.

Phineas se unió a sus risas.

—Sí, ya lo sabemos.

Reanudaron sus risas.

—Viéndolo desde esa perspectiva, opino que además no fue una óptima idea la de entrar en su habitación para llevar a cabo una tormenta de ideas...—comentó Ferb, quien se hallaba a la izquierda de Phineas.

Phineas se mantuvo en silencio, mirándolo.

—Hum…—murmuró en un tono de voz inaudible, pensativo—. Eso me recuerda que quizá no debimos utilizar al Sr. Miggins para nuestro proyecto experimental de la caída libre desde una altura estratosférica…—Phineas y  Ferb miraron de soslayo el osito de felpa que se hallaba descosido, andrajoso y remendado a duras penas.

Ellos tres se observaron, expectantes, como previendo lo que acontecería a continuación.

—¡¡¡MAMÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁÁ!!!—gritó Candace a los cuatro vientos, percatándose de que su cuarto era un completo desorden, además de que faltaba su querido oso de peluche el cual había dejado colocado estratégicamente frente a la almohada de su cama.

Phineas y Ferb cerraron con fuerza los ojos, esperando la bronca de su hermana mayor, mientras Isabella reía ante ese comportamiento.

Sí, en efecto.  La amistad era lo que le brindaba tales sentimientos. Una amistad inquebrantable era la que se había formado durante ese día, una amistad que guardaría como el mayor de los tesoros. Una amistad que duraría eternamente, que sobrepasaría los límites y que superaría cualquier obstáculo que se le presentase. Una amistad para siempre.

Y pensar que todo comenzó por un copo de nieve…

Image size
2336x1699px 2.42 MB
© 2015 - 2024 Keilita-Smile
Comments14
Join the community to add your comment. Already a deviant? Log In
1987arevalo's avatar
hermoso dibujo y feliz navidad